martes, 25 de agosto de 2009

El ocioso trabaja doble

Corría los años de mi adolescencia, aquellos en los que la rebeldía es la forma de identificarse y decir que uno es uno y no otro (como si fuese eso tan original) Echado cual jeque árabe que tiene todo el tiempo del mundo y nada le urge, pensando en cuantas figuras puede esconder un techo o de que formas pasa la luz por la ventana, me morboseaba en esa infinita levedad del ser (es decir estaba gueveando.
Se me ocurrió que podría prender la radio sin necesidad de levantarme de la cama y caminar los insignificantes dos metros me me separaban de ella. así que no se me ocurrió mejor cosa que probar la gravedad y la física y por medio de un sutil vanboleo hacer que la cama "camine"
Ya estaba orgulloso de conseguirlo, mi ingenio y agilidad estaban dando resultado, no había duda era lo máximo y mi facilidad para hacerlas cosas de la forma más fácil tenía, una vez más éxito.
El suelo me saco de mi sueño de grandeza, la cama se había roto y yo había terminado de cabeza en el suelo con todo revuelto, bajo la vista de todos lo que acudieron al llamado golpe que se produjo. Mi orgullo estaba herido mas aún cuando manifesté el motivo de mi hazaña; la frase de la abuela fue contundente luego de la amenaza de mi padre para reparar la cama. "El ocioso trabaja doble"

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